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Marcela & Maria Pia

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Marcela y Maria son Argentinas. Viven en una ciudad llamada Tandil, en la provincia de Buenos Aires. "Es una ciudad muy particular, ya que el paisaje es muy bello. Está situada como si fuera en un pozo, rodeada de Sierras -solo falta el mar para ser 100% paradisíaca"

Marcela trabaja como supervisora del Departamento Comercial de una empresa de Televisión Satelital. Lo que más le gusta es dormir -ante todo- , también viajar, reunirse con amigos y el buen cine.
María Pía trabaja en el campo de la Educación en diferentes niveles del sistema educativo y además continúa estudiando el Master en Educación. "Personalmente me gusta mucho viajar, amo el mar, el sol, también el cine -no sólo el bueno, en realidad miro lo que tengo a mi alcance y después critico bastante-, me gusta mucho escuchar música -de todo un poco- y también los asaditos con amigos."  Propuestas:

Y el Amor.... Las letras de una canción de Joan Manuel Serrat, con la que tanto Marce como Maria Pia coinciden plenamente!!!:   
Naranjo en Flor  un tango muy bonito y popular
EL CÍRCULO DEL 99  Un cuento que vale la pena leer para ser más libres: Por Jorge Bucay


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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EL CÍRCULO DEL 99


Había una vez un Rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de Rey triste, era muy feliz.

Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al Rey cantando y tarareando alegres canciones de juglares. Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.

Un día el Rey lo mandó a llamar y le dijo: "¿Paje, cuál es el secreto?"

"¿Qué secreto, Majestad?" - respondió el sirviente -

"¿Cuál es el secreto de tu alegría?"

"No hay ningún secreto, Alteza."

"No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira."

"No le miento Alteza. No guardo ningún secreto."

"¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿Por queeeé?"

"Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y, además, su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para que podamos darnos algunos gustos. ¿Cómo no estar feliz?"

"Te reitero, si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar." - dijo el Rey - "Nadie puede ser feliz por esas razones que me has dado."

"Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando..."

"Vete, vete antes de que llame al verdugo."

"El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación."

El Rey estaba como loco. No conseguía explicarse cómo el paje podía estar feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana con su sirviente y le preguntó: "¿Por qué el es tan feliz?"

"Ah, Majestad, lo que sucede es que él no pertenece al círculo."

"¿Fuera del círculo? - preguntó el Rey -

"Así es." - respondió el sabio -

"¿Y eso es lo que lo hace feliz?"

"No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz."

"A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz."

"Así es majestad."

"¿Cómo salió del círculo el paje?"

"Nunca entró Alteza."

"¿Cuál es el círculo del cuál hablás?"

"Es el círculo del 99."

"Verdaderamente, no te entiendo nada."

"Majestad, la única manera para que entiendas, sería mostrártelo en los hechos."

"¿Cómo?" - preguntó el Rey -

"Haciendo entrar a tu paje en el círculo del 99." - respondió el sabio -

"Eso, eso, obliguémoslo a entrar al círculo."

"No, Alteza, nadie puede ser obligado a entrar al círculo."

"¿Entonces, cómo haremos? ¿Habrá que engañarlo?" - preguntó el Rey -

"No hace falta, su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará solito."

"¿Pero él no se dará cuenta de que eso será su infelicidad?" - volvió a preguntar el Rey -

"Sí, se dará cuenta."

"Entonces no entrará."

"Majestad, el paje no lo podrá evitar."

"¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?"

"Tal cual, Majestad. ¿Estás dispuesto a perder a tan excelente sirviente?"

"Sí, quiero que sea infeliz."

"Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. Exactamente 99."

"¿Qué más? ¿Llevo la Guardia Real por si acaso?"

"No Majestad, nada más necesitamos la bolsa con los monedas de oro. Será hasta la noche."

Esa noche, el sabio pasó a buscar al Rey. Juntos se salieron sigilosamente y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el amanecer. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía: "Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie cómo lo encontraste."

Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y salió corriendo a esconderse junto al Rey."

Cuando el peaje salió, el sabio y el Rey espiaban, escondidos detrás de unas plantas, lo que sucedía.

El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció. Apretó la bolsa contra el pecho. Miró a todos lados de la puerta y entró a su casa. En ese momento, el sabio y el Rey se arrimaron a la ventana para poder seguir observando el accionar del paje.

El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa menos la vela .

Al volcar el contenido de la bolsa, sus ojos no podían creer lo que veían, ¡Era una montaña de monedas de oro! El, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía en ese momento una montaña de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y las desparramaba, hacía pilas de monedas.

Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas. Una pila de diez monedas, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis... y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60... Hasta que formó la última pila con 9 monedas. Su mirada recorrió primero la mesa, luego las sillas y el piso. Finalmente, revisó la bolsa. "No puede ser." - pensó -

Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja. "Me robaron." - gritó - "¡¡Malditos!!"

Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.

Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro. "Sólo 99 monedas. Es mucho dinero." - volvió a pensar -

"Pero me falta una moneda. 99 no es un número completo, 100 es el número completo." - agregó -

El Rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos muy tensos, los ojos se le habían vuelto más pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el cual se asomaban los dientes.

El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa se había despertado y lo veía. Escondió la bolsa detrás de la pila de leña.

Luego tomó papel y pluma mediante se sentó a hacer cálculos. "¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para comprarme la próxima moneda de oro y llegar al número 100?" - pensaba -

"Después, quizás no necesitaré trabajar más. Con 100 monedas de oro un hombre es rico. Con 100 monedas podrá vivir tranquilo. Si trabajo y ahorro mi salario y algún monto extra, en 11 o 12 años juntaré lo necesario para comprar la moneda.. Aunque 12 años es muchos tiempo." - pensó -

"Quizás le debo pedir a mi esposa que busque un trabajo en el pueblo, sólo por un corto tiempo. Es más, al terminar mis tareas en el palacio a las 5 de la tarde, podré conseguir una changa en el pueblo y trabajar hasta la noche tarde."

Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, y llegó a la conclusión que en 7 años reuniría el dinero necesario para comprar la moneda de oro. "No me convence, sigue siendo demasiado tiempo." - murmuró -

"Quizás puedo llevar todas las noches al pueblo la comida que sobre en la mesa y venderla por unos centavos. De hecho cuanto menos coman mi esposa y los chicos , más comida habrá para vender... Sí, tengo que pensar en vender, vender, vender..."

"El invierno es benigno. ¿Para qué tanta ropa de invierno? ¿Para qué tener más de un par de zapatos? Si hacíamos el sacrificio, en 4 años ahorraré lo suficiente para la moneda."

El Rey y el sabio, volvieron al palacio. El Rey pensaba: "¿Habrá entrado el paje en el círculo del 99...?"

Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal cual como los había diseñado aquella madrugada cuando recibió la bolsa con las monedas de oro.

Una mañana el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y con pocas pulgas.

"Qué te sucede?" - preguntó el Rey -

"Nada me pasa." - contestó el sirviente -

"Antes, no hace mucho tiempo reías y cantabas todo el tiempo." - comentó el Rey -

"Hago mi trabajo bien ¿no? ¿Qué desea su Alteza, que sea su bufón y su juglar también?" - respondió el paje -

No pasó mucho tiempo antes de que el Rey despidiera al sirviente. No le resultaba agradable tener un paje que siempre estaba de mal humor.

Conclusiones:
Hemos sido educados en esta estúpida ideología: siempre nos falta algo para estar completos, y sólo completos se puede gozar de lo que se tiene.

Por lo tanto, nos enseñaron, la felicidad deberá esperar a completar lo que falta...

Y, como siempre, nos falta algo, la idea retoma y nunca se puede gozar de la vida.

Pero qué pasaría si la iluminación llegara a nuestras vidas y nos diéramos cuenta, así de golpe, que nuestras 99 monedas son el 100% del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que nada tiene de mejor o más redondo el número 100 que el 99, que todo es sólo una trampa, una zanahoria puesta frente a nosotros para que seamos estúpidos, para que tiremos del carro, cansados, malhumorados, infelices o resignados. Una trampa para que nunca dejemos de empujar y que todo siga igual... eternamente igual.

¿Cuántas cosas cambiarían si pudiésemos disfrutar de nuestros tesoros tal cual como están?

¿ESTÁS EN EL CÍRCULO?

Por Jorge Bucay.


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